El
arte y la ciencia van a menudo de la mano, y a veces se encuentran
unidos en los lugares más insospechados.
Fuerteventura
es una isla que no deja indiferente a nadie. Su paisaje plano,
continuamente azotado por el viento y abrasado por el Sol, está
salpicado de viejos volcanes erosionados. La ausencia casi total de
vegetación y los colores ocres típicos del desierto, le confieren
un aspecto áspero, no muy diferente de las imágenes que envían las
sondas de la NASA de la superficie de Marte.
Fuertventura.
Valle de Santa Inés
Pero
en la frontera entre el desierto y el mar se encuentran las playas
más espectaculares de España, amplias, de fina arena blanca, y
bañadas por un Océano Atlántico diferente a cada hora del día.
Puerto
del Rosario, la capital de la isla, cuenta con un parque escultórico
que se extiende por toda la ciudad, compuesto por más de 50 obras
modernas que adornan plazas y avenidas. Una de esas obras es un gran
reloj de Sol.
El
reloj es un homenaje a los elementos naturales que confieren a la
isla su carácter:
El
mar: la esfera del reloj tiene forma de barco.
El
viento: las velas del barco son en realidad veletas, que se
orientan indicando la dirección del viento.
El
Sol: ilumina el reloj durante todo el día, marcando la hora.
El
reloj es de tipo vertical, orientado al Sur . Marca la hora solar
desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Los números son
arábigos. No hay líneas, solo un punto junto a cada número.
Está
situado en una rotonda de la carretera por la que se accede a la
ciudad desde el Sur, frente a un gran centro comercial. Uno de los
lugares más concurridos de la isla.
Todas
las fotos por Ángel Pérez
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