lunes, 30 de enero de 2017

Galileo en Florencia


En el mundo hay unas cuantas “ciudades – museo” que a lo largo de cientos de años (miles en algunos casos) han acumulado un abrumador patrimonio de espacios públicos, edificios singulares y obras maestras del arte universal.
Sin duda, Florencia es una de esas ciudades. Por sus calles y plazas pasearon algunos de los más grandes genios de la cultura occidental como Miguel Ángel, Bruneleschi, Rossini, Dante, Botticelli, o Leonardo.
Cada año, millones de turistas abarrotan esas mismas calles pero, lamentablemente, son pocos los que, en su deambular junto a la orilla del Arno de camino al Ponte Vecchio o la Plaza de la Señoría, visitan un edificio de tres plantas pegado a la Galería de los Uffici, a pesar del original y llamativo reloj de Sol situado frente a su puerta principal. Es el Museo de Historia de la Ciencia. Aquí se exponen tesoros que no son obras de arte (estrictamente hablando), sino instrumentos con los que varias generaciones de investigadores han intentado descubrir los secretos de la Naturaleza.
Las piezas centrales de la colección son el legado de otro genio que vivió y trabajó en la ciudad: Galileo Galilei.
Prácticamente toda persona interesada en temas astronómicos sabe que Galileo fue el primero que observó el cielo a través de un telescopio y el primero que se atrevió a publicar lo que veía, un atrevimiento que le costó muy caro.
 
Busto de Galileo en la sala donde se exponen sus telescopios y otros materiales relacionados con su vida y su obra
Hace más de 400 años, con unos conocimientos de óptica ciertamente rudimentarios y herramientas de la época, Galileo se las arregló para tallar sus propias lentes y para colocarlas en los extremos de tubos, que también construía él mismo, a las distancias adecuadas para obtener imágenes relativamente nítidas.
En el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia se expone lo que ha llegado a nuestros días de los telescopios que construyó Galileo: un telescopio completo, con su objetivo y ocular, un telescopio con objetivo pero sin ocular, y una lente usada como objetivo (rota en fecha indeterminada)
 
Telescopios y lente original de Galileo
En la misma sala, junto a los telescopios se encuentran otras creaciones de Galileo menos conocidas:
El Jovilabio, un calculador para conocer las posiciones de las lunas de Júpiter en un momento determinado
El Compás Militar, una herramienta que permitía resolver, entre otros, los cálculos relativos al disparo de las piezas de artillería.

El compás militar


El Jovilabio
 Y reproducciones de instrumentos usados en sus estudios sobre la caída de objetos, que le permitieron enunciar el Principio de Inercia, también conocido como Primera Ley de Newton.
Los restos de Galileo reposan hoy en la nave principal la Iglesia de la Santa Croce, (también en Florencia, frente a la tumba de Miguel Ángel), pero debido a sus desavenencias con el Vaticano, no siempre han descansado en paz. En 1737 fueron exhumados y se procedió a extraer los huesos de los dedos índice y pulgar de la mano derecha, que se exponen en la misma sala que los telescopios, como si se tratase de las reliquias de un santo.
El Museo de Historia de la Ciencia expone otras piezas de gran valor histórico, como astrolabios, cuadrantes, relojes de Sol y otros telescopios desde los siglos XV al XIX.
El centro histórico de la ciudad de Florencia fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1982.

domingo, 22 de enero de 2017

El cúmulo de Las Hyades



Desde el cielo brillante de Madrid, en la constelación de Tauro solo destacan Aldebarán “el ojo rojo de toro” (magnitud 0,85) y el cúmulo de Las Pléyades, cuyas estrellas más brillantes hacen que el conjunto alcance también la primera magnitud.
Sin embargo, desde cielos más oscuros, alrededor de Aldebarán pueden verse sin ayuda óptica numerosas estrellas, la mayoría con brillos comprendidos entre las magnitudes 3 y 5, y muchas más con ayuda de unos simples prismáticos. Constituyen el cúmulo de las Hyades.
 
Aldebarán y las Hyades. Cámara ZWO ASI 120MM
Se trata del cúmulo abierto más cercano al Sistema Solar, entre 40 y 50 Parsecs (130 – 160 años luz), de la que se deriva una extensión en el cielo tan grande (unos 20º) que resulta difícil identificar a las estrellas que realmente lo componen.
El estudio detallado de las componentes del cúmulo (movimientos, distancias, edad, composición) ha sido desde hace años una prioridad de la comunidad científica, porque podría contribuir decisivamente a la determinación de cuestiones fundamentales en Astrofísica como la relación masa – luminosidad y la posición de las estrellas de la secuencia principal en el diagrama HR, cuestiones ambas fundamentales en la determinación de la escala de distancias dentro de la Galaxia.
Sin embargo, la distancia al cúmulo no permite la determinación de paralajes con la resolución adecuada desde observatorios terrestres, por lo que las cuestiones anteriores no pueden ser resueltas con la precisión deseada.
La primera edición con los datos preliminares de la misión Gaia, publicada hace solo unos meses (Gaia DR1), ha proporcionado información sobre paralajes y movimientos propios para unos mil millones de estrellas, con una precisión nunca alcanzada hasta la fecha. Esa información, combinada el catálogo Tycho-2 de la misión Hipparcos, ha producido datos todavía más finos para unas cien mil estrellas (TGAS), entre las que se encuentran potenciales miembros del cúmulo de las Hyades.
Usando la información de TGAS y herramientas de Observatorio Virtual he construido el diagrama de abajo que representa la posición de algunas, estrellas de la parte central del cúmulo de las Hyades (hasta una distancia de 5º del centro), identificadas solamente aplicando un criterio de movimiento propio común. Usando técnicas más complejas se pueden identificar muchos más miembros del cúmulo.
Posición de las Hyades identificadas a partir de los datos de TGAS. Gráfica generada con Topcat
 El punto rojo indica la posición de Aldebarán, cuya distancia resulta ser la mitad de la media de las estrellas de las Hyades, y no comparte su movimiento propio, por lo que con toda certeza, no pertenece al cúmulo.